Parte 3: Sentimientos encontrados

En ese momento, Beatriz le dio la buena noticia a todos sus allegados y cada uno de ellos empezó a enviar cadenas de oraciones y mensajes de voz diciéndole a Ana Isabel que la esperaban con los brazos abiertos, que era una guerrera y debía levantarse pronto para seguir sus sueños.

El día 20 de marzo, Ana Isabel despertó, pero Beatriz sintió una mezcla de felicidad y tristeza porque su hija abrió los ojos, pero no reconoció a nadie, perdió la memoria, se le dificulta caminar y estaba totalmente desorientada.

“Le tocó volver a aprender a caminar, a tragar sin ahogarse, no tenía control de esfínteres; estaba agresiva conmigo y hasta con ella misma, se tiraba de la cama, se se quitó ocho veces la sonda, se sentía encerrada y decía que estaba secuestrada”, dice.

La joven todavía tiene huellas del estado de coma, pese a que despertó hace más de un año, ella tuvo que ser tratada por una neuropsicóloga y está en terapias constantes porque corre el riesgo de olvidar todo lo que aprendió en su carrera de Comunicación Social.

Ana Isabel tiene muy pocos recuerdos, es como si nunca hubiera vivido esos episodios, no puede traer a su mente el día del accidente, no vio nada ni escuchó nada mientras estaba en el sueño profundo, no supo cómo despertó ni cuando llegó a su casa, donde la recibió toda su familia con bombas, canciones y carteleras.“Es difícil recordar algo, siento que me morí por un mes y medio, tengo un vago recuerdo que intenta apagarse: Un día estaba en la ventana de mi hospital y vi el mar a pesar de que era imposible que existiera porque estaba en Medellín, también vi una montaña de arena, es como un recuerdo débil de la niñez”, describe.

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